Imagen: Carmen Vivas

Crisis, crisis, crisis. Esto es lo que espera a Europa en los próximos meses. Más allá de la emergencia sanitaria, que se ha abatido el viejo continente, que ha llevado decenas de miles de fallecimientos, casi 33.500 solamente en Italia, ahora es el turno de la crisis económica; aunque los europeos siguen quedados en casa, ya empieza a hacer sentir su presencia. Goldman Sachs prevé para 2020 una caída del PIB de 9% para la Eurozona, en particular: 11,6% para Italia, 7,4% para Francia, 8.9% para Alemania y 9,7% para España. Va a presentarse entonces para Europa un periodo muy oscuro. Ciertos Países como Italia arriesgan la desertificación del propio sector productivo, un sector del turismo puesto en rodillas y temporadas de trabajo que no empezarán para millones de trabajadores estacionales. Las medidas de seguridad sanitaria desafortunadamente tendrán su peso, reduciendo drásticamente los ingresos de las actividades productivas, en particular en el sector de la hostelería y de la administración de alimentos. En fin, habrá vacaciones que probablemente nunca llegarán. Frente a este escenario económico casi apocalíptico, ¿cómo reaccionó la Unión Europea y cuáles medidas en ámbito económico adoptó para ralentizar las consecuencias de esta crisis económica?

Al principio de la epidemia en Italia, Europa pareció sorda al peligro inminente que estaba llegando. Estaba difundida la percepción de que era solamente un problema italiano y que, frente a las primeras llamadas de ayuda italianas, la misma presidente del BCE contestó que la organización no existía para pagar el SPREAD, o sea la diferencia entre los títulos de Estado italianos y alemanes. Cuando la epidemia sobrevino en la mayor parte del territorio europeo, en particular en Alemania y en Francia, los tonos de las instituciones europeas han cambiado, ahora se hablaba de solidaridad, hasta llegar al inicio de abril con las excusas oficiales de la presidenta de la Comisión Europea para Italia.

La primera medida económica empleada por Bruselas ha sido el stop al pacto de estabilidad, un pacto que establece los límites de déficit y de deuda pública para los países miembros, en favor de la estabilidad en la Eurozona. Gracias a la cláusula de salvaguardia en el art. 107 TFUE ha sido posible dar el stop permitiendo a los Estados de aumentar la deuda pública sin límites para frenar las consecuencias de la crisis. Posteriormente fue ampliado el plan de compra de títulos de estado de 120 billones de euros, llegando a un poder de fuego de 1110 billones de euros. El programa también se ha flexibilizado, ya que se ha quedado desvinculado de la obligación de adquirir títulos de diferentes Estados en proporción a su presencia en el capital del BCE.

Efecto relativamente inmediato tuvo también la utilización inmediata de los fondos disponibles. La Unión, con el Coronavirus Response Investment Initiative (CRII), decidió movilizar los recursos todavía disponibles en el presupuesto europeo, para otorgar a todos los Estados miembros todo el soporte que necesitan para una respuesta inmediata a la crisis de Coronavirus y para el relanzamiento de la economía.

Para enfrentar el paro, el programa SURE establece un fondo de 100 billones de euros que serán utilizados para financiar el paro técnico de todos los Países. Otras importantes medidas fueron la extensión del ámbito de utilización del fondo de solidaridad, para ayudar a los Países más golpeados por la pandemia y el MES «Light»: un préstamo sin condiciones, solamente para el gasto sanitario directo e indirecto. Esto estará disponible hasta el final de la emergencia, y después de que termine, los países se comprometen a «reforzar los fundamentos económicos». Cada País puede pedir hasta el 2% de su PIB. Esta medida ha sido muy criticada por los Países del Sur de Europa, que vieron lo que significó activar el Mes para Grecia. El País griego vio perder su soberanía sobre su política económica en favor de la Troika, que devastó según algunos la sociedad griega, haciendo perder al país las principales empresas estratégicas públicas. Esta medida dividió también a Italia, dónde hay mucho miedo frente a la posible utilización de esta medida, porque, aunque se diga que el el préstamo sea sin condiciones, esto no está propiamente escrito en ninguna parte, por eso las oposiciones italianas demonizan este sistema y quieren alejarse el más posible de él.

EFE/EPA/Carmelo Imbesi

Estas son las medidas económicas en campo al momento. Al mismo tiempo el Consejo Europeo del 23 abril empezó un camino con una propuesta francesa y ahora se está trabajando al tan declarado Recovery Fund. El 28 de Mayo, la Presidente de la Comision Europea, presentò la propuesta formal de ese fundo. Este fondo será basado sobre la ampliación del presupuesto europeo 2021-2027 para un importe de 750 billones de euros. Se habla de recursos propios de la Unión, 500 billones seràn ayudas, entonces dinero a fondo perdido y 250 billones seràn prestàmos.

Es importante subrayar en este momento cuanto Europa fuese dividida en esta fase entre rigoristas y países más flexibles, entre norte y sur del continente y que este Recovery Fund es al final el compromiso, más o menos definible así, alcanzado después de difíciles negociaciones intergubernamentales. La ampliación del presupuesto será financiada, parte por las contribuciones de los países miembros y parte por los recursos propios de la Unión, por la webtax y por la impuesta sobre el plástico. Todas estas medidas parecen perfectas, pero necesitamos recordar que todos los importes, anteriormente mencionados, tienen que ser repartidos entre todos los países de la Unión, actualmente 27 después del Brexit, y que muchas de estas medidas son préstamos, que llevarán a que los Estados se llenen de deudas, claramente con un tipo de interés para muchos muy conveniente, pero que siguen siendo préstamos. Frente a esta política económica europea poco cierta, pero sobre todo a causa de la insuficiente comunicación, mala en algunos contextos, vemos como los europeos parecen creer menos a esta Europa solidaria.

En plena pandemia, Italia pidió ayuda, un respaldo, no limosnas, pero llegó un gran “Nein” por parte de Alemania y por sus países «satélite». Hubo polémicas al interior de Alemania misma, donde la canciller tuvo que enfrentar mitad de la opinión pública y parte de la élite industrial que le pedía de ser menos rigorista. Hubo actitudes innombrables por parte del gobierno holandés que han desencadenado un resentimiento en el pueblo italiano. Fue difundido un vidéo dònde un ciudadano reazaba el Primer Ministro holandés de no dar dinero a los italianos y se viò como el ministro lo tranquilizaba que eso no habrìa pasado. Solamente en los ùltimos dìas hemos leido periodicos holandéses que escribìan que ellos trabajaban para pagar las vacaciones a los europeos del Sur. A la luz de estos comportamientos, sobretodo en Italia la confianza en la Unión Europea ha disminuido drásticamente, ya solamente 1 italiano sobre 3 tiene confianza en la Unión. Eso no significa un Italexit, pero seguramente tiene una carga política que si es cabalgada bien podría cambiar el escenario político y el planteamiento italiano con la Unión para los próximos tiempos. Estamos al punto en el que no se sabe más en que creer y en quien creer. De ciudadano europeo e italiano descubriremos solamente en los próximos meses si la solidaridad europea existe de verdad o si será solamente la enésima máscara que cubre los hipócritas intereses nacionales y egoístas.


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